LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Cuando nos preguntamos qué entendemos
por violencia la asociamos generalmente a la producida por la agresión física. Sin embargo, en
nuestro país la violencia tiene diferentes manifestaciones, las cuales
podríamos clasificar las expresiones de violencia en:
Violencia Doméstica.
La violencia psicológica y física con
el cónyuge, el maltrato
infantil y el abuso de los niños.
Violencia Cotidiana.
Es la que venimos sufriendo
diariamente y se caracteriza básicamente por el no respeto
de las reglas, no respeto de una cola, maltrato en el transporte
público, la larga espera para ser atendido en los hospitales, cuando nos
mostramos indiferentes al sufrimiento humano, los problemas
de seguridad
ciudadana y accidentes.
Todos aportamos y vamos siendo parte de una lucha cuyo escenario se convierte
en una selva urbana.
Violencia Política.
Es aquella que surge de los grupos
organizados ya sea que estén en el poder
o no. El estilo tradicional del ejercicio político, la indiferencia del
ciudadano común ante los acontecimientos del país, la no participación en las
decisiones, así como la existencia de las llamadas coimas como: manejo
de algunas instituciones
y las prácticas de Nepotismo institucional. También la violencia producida por la
respuesta de los grupos alzados en armas.
Violencia Socio-económica.
Que es reflejada en situaciones de pobreza
y marginalidad
de grandes grupos de la población:
desempleo,
subempleo, informalidad; todo esto básicamente reflejado en la falta o
desigualdad de oportunidad de acceso a la educación y
la salud.
Violencia Cultural.
La existencia de un Perú oficial y un
Perú profundo (comunidades nativas y campesinas), son distorsiones de los valores
de identidad
nacional y facilitan estilos de vida poco saludables.
Violencia Delincuencial.
Robo, estafa, narcotráfico,
es decir, conductas que asumen medios
ilegítimos para alcanzar bienes
materiales.
Toda forma de conducta
individual u organizada que rompe las reglas sociales establecidas para vivir
en grupo.
establecido no ayuda a resolver los problemas. Todos sueñan con el modelo
que les vende la sociedad, el éxito
fácil. Pero ser un profesional idóneo o un técnico calificado requiere de
esfuerzo y preparación. Requiere desarrollar recursos
internos y metas. Los jóvenes de nuestro país tienen oportunidades de
orientación y canalización de sus frustraciones y en esto dependen de sus
familias, la escuela
y las instituciones; la responsabilidad
es de todos. Es decir, las expresiones de violencia sin futuro y sin horizontes
pueden cambiar.
Maltrato Físico.
Lesiones físicas graves: fracturas de huesos,
hemorragias, lesiones internas, quemaduras, envenenamiento, hematomas
subdurales, etc.
Lesiones físicas menores o sin
lesiones: No
requieren atención
médica y no ponen en peligro la salud física del menor.
Maltrato Emocional.
·
Rechazar:
Implica conductas de abandono. Los padres rechazan las expresiones espontáneas
del niño, sus gestos de cariño; desaprueban sus iniciativas y no lo incluyen en
las actividades familiares.
·
Aterrorizar:
Amenazar al niño con un castigo extremo o con un siniestro, creando en él una
sensación de constante amenaza.
·
Ignorar: Se
refiere a la falta de disponibilidad de los padres para con el niño. El padre
está preocupado por sí mismo y es incapaz de responder a las conductas del
niño.
·
Aislar al menor: Privar al niño de las oportunidades para establecer relaciones sociales.
·
Someter al niño a un medio donde prevalece la corrupción: Impedir la normal integración
del niño, reforzando pautas de conductas antisociales.
Maltrato por Negligencia.
Se priva al niño de los cuidados
básicos, aún teniendo los medios económicos; se posterga o descuida la atención
de la salud, educación, alimentación,
protección, etc.
MALTRATADORES.
¿Quiénes son maltratadores? Son todas aquellas personas que
cometen actos violentos hacia su pareja o hijos; también puede ser hacia otros
en general.
¿Por qué maltratan? Porque no saben querer, no saben
comprender, no saben respetar.
¿Qué características
tienen los maltratadores?
1. Tienen baja autoestima.
2. No controlan sus impulsos.
3. Fueron víctimas de maltrato en su
niñez.
4. No saben expresar afecto.
¿Qué características tienen los
maltratados?
1. Tienen baja autoestima.
2. Sumisos.
3. Conformistas.
4. Fueron víctimas de maltrato.
5. No expresan su afecto.
¿Qué se debe hacer para no llegar al
maltrato?
Aprender a:
- Comprenderse.
- Comunicarse con calidez y afecto.
- Respetarse.
- Dominar sus impulsos (ira, cólera).
VIOLENCIA SEXUAL, UN ASUNTO DE DERECHOS
HUMANOS.
La violencia constituye un elemento
cotidiano en la vida de miles de niños y niñas en el Perú, siendo la violación
y el abuso sexual
que se cometen contra este vulnerable sector de la población, una de sus
manifestaciones más dramáticas y extremas. La violación y el abuso sexual
afectan una pluralidad de derechos humanos
fundamentales tales como la libertad
sexual, la integridad corporal y mental, la salud integral, la vida en su
dimensión más amplia, comprometiendo el futuro de las víctimas.
Los derechos vulnerados con las
agresiones sexuales han sido constitucionalizados a nivel mundial, como muestra
de su trascendencia. No obstante que tales agresiones involucran un problema de
derechos humanos, coexisten al respecto diversas percepciones sociales, muchas
de las cuales lo asumen como de segundo orden, silenciándolo, desconsiderándolo
políticamente y tolerándolo; de modo que la mayoría de violaciones se mantienen
en la impunidad.
Asimismo, los distintos sectores
sociales en el Perú, al abordar el problema de los derechos humanos, no
conceptualizan las agresiones sexuales como un problema que afecte
profundamente tales derechos sino, más bien, como un asunto de naturaleza
puramente sexual. Se diferencian así de la comunidad
internacional, para lo cual la violencia contra la mujer
es tema de la agenda pública y constituye un problema global que afecta los
derechos humanos, y es un obstáculo para el desarrollo.
Son múltiples los factores que
contribuyen a producir y perpetuar la violencia, siendo fundamental, a nuestro
juicio, la socialización,
que forma individuos con roles diferenciados y asimétricos, y coloca a la vez
en posiciones de subordinación a las mujeres y de dominación a los varones,
adjudicándoles valores
distintos. Al respecto, David Finkelhor sostiene que la victimización sexual
probablemente es tan común en nuestras sociedades
debido al grado de supremacía masculina existente. Es una manera en que los
hombres, el grupo de calidad
dominante, ejercen control
sobre las mujeres. Para mantener este control, los hombres necesitan un
vehículo por medio del cual la mujer pueda ser castigada, puesta en orden y
socializada dentro de una categoría subordinada. La victimización sexual y su
amenaza son útiles para mantener intimidada a la mujer. Inevitablemente, el proceso
comienza en la infancia
con la victimización de la niña.
Factor importante que actúa en la reproducción
social de este fenómeno es también el derecho legitimado que los padres y
tutores tiene de utilizar la violencia física y emocional o sexual como medio
eficaz de control y socialización. Se produce así una internalización y aprendizaje
de estas conductas, las cuales se repetirán más adelante, garantizándose su
permanencia. Otro elemento, no menos significativo, es la violencia ofensiva o
sutilmente transmitida por los medios de
comunicación, que difunden imágenes
y mensajes cargados de sexo,
discriminación
y muerte,
invadiendo y agobiando permanentemente a personas de todos los sectores
sociales.
Dimensiones de la violencia sexual
contra niños y niñas.
Las características de las agresiones
sexuales perpetradas contra los niños hacen prácticamente imposible
aproximarnos siquiera a su verdadera magnitud. De otro lado, no existen investigaciones
científicas oficiales que permitan un diagnóstico
veraz; tampoco existen registros
rigurosos, elaborados con criterios homogéneos que proporcionen información
cuantitativa adecuada.
Asimismo, los mitos
y prejuicios sociales, los obstáculos que se presentan en la
administración de justicia
contra quienes deciden denunciar la legislación inapropiada que no recoge las
distintas modalidades de agresión sexual, sin otros tantos factores que impiden
acercarnos a una dimensión más realista de este fenómeno social. Los casos
registrados, que corresponden sólo a algunos denunciados, significarían apenas
la punta del iceberg, sobretodo en cuanto se refiere a violaciones, incestos y
todo tipo de agresiones sexuales contra niñas y niños, ya que por investigaciones
no oficiales sabemos que la mayoría de violaciones no se pone en conocimiento
de las autoridades, formando parte en gran medida de la criminalidad oculta.
Si bien es virtualmente imposible
contar con cifras exactas, algunos estudios ofrecen una aproximación, la cual
constituye una referencia alarmante.
Prado Saldarriaga concluyó en una investigación:
Que los delitos
contra las buenas costumbres son un problema de importancia, ya que estas
infracciones se mantienen en el tercer lugar de mayor frecuencia en el país.
Que las violaciones en menores de
edad constituyen el atentado de mayor registro
en los últimos 20 años.
Que la mayor incidencia de
infracciones sexuales se registra en las zonas urbanas, principalmente en el
departamento de Lima.
Que los autores de este tipo de
delitos presentan mayor constancia en el grupo etario de 18 a 27 años, y entre personas
con educación básica regular.
Que la criminalidad sexual sigue una
tendencia ascendente en los últimos años en el Perú.
Consecuencias de la violación y el
abuso sexual.
En cuanto a las consecuencias,
estudios realizados a nivel internacional concluyen que las agresiones sexuales
perpetradas contra un niño impactan gravemente su mundo interno, destructivos
en la vida de la niña o niño. Dichos estudios sostienen que estas agresiones
producen en la víctima serios trastornos sexuales, depresiones profundas,
problemas interpersonales y traumas que pueden ser permanentes e irreversibles,
incluso en algunos casos pueden ocasionar la muerte
por traumatismo o suicidio,
efectos que requieren intervención profesional inmediata.
Al respecto, el Dr. David Finkelhor,
del Programa
para el Estudio de la Violencia
Familiar de la Universidad
de New Hampshire, en una investigación realizada en 1980 con una muestra de 796
estudiantes de colegio, encontró problemas de sexualidad
y bajos niveles de autoestima en aquellos participantes que habían sido
victimizados sexualmente durante su niñez. El Dr. Nahman Greenberg, psiquiatra
e investigador de la Escuela
de Medicina
de Illinois y Director de la
Unidad de Servicios
por Abuso a Niños (CAUSES), en su escrito "La epidemiología del abuso
sexual" (1979) plantea la existencia de un alto riesgo
de trauma mental para las niñas y los niños que han sido envueltos por adultos
en actividades sexuales.
En la práctica clínica con jóvenes y
adultos (as) que han sido abusados sexualmente durante su niñez, se han
encontrado:
1) Dosis internas de emociones,
como desesperanza, minusvalía, vergüenza, culpa e ira, acompañadas de
inhabilidad casi total para manejarlas. La víctima siente terror al
identificarla y en algunos casos invierte dosis inmensas de energía en
reprimirlas. En el caso de ira, si ésta se expresa, los varones tienden a
dirigirla hacia fuera, siendo agresivos con otras personas, mientras que las
mujeres tienden a dirigirla hacia ellas mismas, envolviéndose frecuentemente en
comportamientos autodestructivos, mutilándose con cortaduras, quemaduras o
golpes y realizando intentos de suicidio.
2) Una gran dificultad para confiar.
La misma entorpece grandemente el proceso de terapia.
3) Poca habilidad para establecer
relaciones con pares.
4) Desbalance en las relaciones que
se establece, en las que tiende a ocupar una posición inferior. Es común que la
mujer abusada sexualmente en su niñez se convierta en esposa maltratada.
5) Temor a convertirse en agresor o
agresora.
6) Problemas en su sexualidad.
7) Neurosis
crónica de origen traumático.
VIOLENCIA FAMILIAR, MECANISMOS
LEGALES DE PROTECCIÓN.
La conveniencia de regular
jurídicamente la violencia familiar se fundamenta en la necesidad de encontrar
mecanismos para proteger los derechos fundamentales de los integrantes del
grupo familiar frente a los cotidianos maltratos, insultos, humillaciones y
agresiones sexuales que se producen en el ámbito de las relaciones familiares.
Si bien es cierto que las manifestaciones de violencia familiar no se producen exclusivamente
contra las mujeres, son éstas -a los largo de su ciclo vital- las afectadas con
mayor frecuencia. De este modo, la casa constituye un espacio de alto riesgo
para la integridad de mujeres y niños, derivándose de ahí precisamente la
denominación de violencia doméstica o familiar.
Resulta evidente, sin embargo, que el
agente de la violencia no se limita siempre a dichos espacios; encontramos
casos de agresiones en las calles, los centros de estudio y/o trabajo y en
general los espacios frecuentados por las víctimas.
De otro lado, para interferirnos a
mecanismos legales de protección frente a la violencia
intrafamiliar es importante precisar primero dos conceptos: (i) ¿cuáles
son los componentes de todo aquello que calificamos como mecanismo legal o, de
manera más amplia, el sistema
jurídico?, y (ii) ¿a qué acudimos cuando hablamos de violencia intrafamiliar?
El sistema jurídico tiene tres
componentes básicos:
El primero, la ley. Es
la norma escrita, la que encontramos en los códigos y en las disposiciones
legales. Es importante porque tiene carácter
universal, es decir, de aplicación general para toda la sociedad desde el
momento en que se encuentra vigente. Un ejemplo es el Código
de los Niños y Adolescentes,
que es precisamente el texto
de la Ley,
el componente central de lo que significaría un mecanismo legal de protección a
niños y adolescentes.
Un segundo componente es la institucionalidad.
Es decir, todos aquellos operadores de la administración
pública o privada que están involucrados en la aplicación de este
componente normativo, de la ley escrita. Es un componente clave cuando hablamos
de mecanismos legales de protección frente a la violencia familiar. Son las
instituciones que nos ofrecen la sociedad y el Estado
para hacer realidad aquello que disponen las normas
legales.
Un tercer componente es el relativo a
lo cultural. Alude a la idiosincrasia, a la ideología
que está detrás de los aplicadores de la norma. Pero no sólo de ellos, sino
también de quienes la concibieron y de aquellas personas que, en determinado
momento y frente a un hecho concreto,
deciden acudir y solicitar su aplicación.
Estos tres elementos son claves para
entender todo lo que significa el problema de los mecanismos legales en una
sociedad determinada.
Hecha esta precisión, pasaremos a
definir lo que entendemos por violencia familiar. La misma alude a cualquier
acción, omisión o conducta mediante la cual se infiere un daño físico, sexual o
psicológico a un integrante del grupo familiar -conviviente o no-, a través del
engaño, la coacción, la fuerza
física, la amenaza, el caso, entre otros.
Manifestaciones más frecuentes de
violencia intrafamiliar.
El maltrato físico. Su explicación es obvia; se refiere a
todas aquellas acciones
violentas que dañan la integridad física de las personas. Por lo general, es un
maltrato visible. Puede afirmarse que fue el tipo de maltrato que propició todo
este proceso de búsqueda de respuestas legales, por tratarse de la agresión más
evidente.
El maltrato psicológico. Que se refiere a toda aquella
palabra, gesto o hecho que tienen por objeto humillar, devaluar, avergonzar y/o
dañar la dignidad de cualquier persona.
Esta es una manifestación de violencia mucho más difícil de demostrar,
sobretodo en los casos en que se produce en el interior de un grupo familiar.
La violencia sexual. Que es toda manifestación de abuso
de poder en la esfera de la vida sexual de las personas, pudiendo ser
calificada o no como delito.
Decimos esto porque, actualmente, algunas manifestaciones de violencia sexual
son ignoradas por nuestra legislación penal. Pueden ir desde imposiciones al
nudismo hasta la penetración anal o vaginal. Estos últimos supuestos son
considerados por nuestra ley como delitos de violación.
Contra la Violencia Familiar.
A fines de 1993 se promulgó la Ley 26260 que establece la
política de Estado
y de la sociedad frente a la violencia familiar. Esta ley constituye un recurso
complementario al Código de los Niños y Adolescentes porque reconoce como actos
de violencia familiar los de maltrato físico y psicológico entre cónyuges,
convivientes o personas que hayan procreado hijos en común, aunque no convivan,
y de padres o tutores a menores de edad bajo su responsabilidad.
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